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Los Caminos de la Creatividad

Lo disperso que soy y mi imaginación volátil han hecho una pareja maravillosa. He creado cientos de historias. He recorrido el espacio y también viajado bajo los océanos. He vivido una revolución política y viajado a otros mundos. También me he movido en el tiempo, o he visto a unos animales de granja salvar al mundo. Héroes que no lo son, pero que no tienen opción, y magia... mucha magia. Pero se presentan algunos problemas a la hora de darle forma a mis historias, principalmente existen dos: mi falta de experiencia con la escritura y la falta de disciplina a la hora de ponerme a escribir. Así ha sido desde que tengo memoria. Sólo he terminado una historia, una secuencia de cuentos llamada El Umbral en La Ciudad del Caos. En ella, algunos personajes se enfrentaban a salir de su vida rutinaria en una ocasión, en una ciudad agresiva y llena de peligros, pero también llena de magia. Terminé ese conjunto de historias antes de que se acabara el siglo XX. Hace un par de años volví a leer aquellas historias. No me gustaron para nada, así que empecé a escribirlas de nuevo. Escribí El Umbral (la primera de las historias), pero las ocho historias restantes no volví a escribirlas.

Desde hace un par de años estoy escribiendo una novela llamada Alianzas Paganas Volumen I: Vísperas de Guerra (el título es opcional). Llevo un poco más de ocho capítulos, pero ahora que leo el primero, ya no me gusta. Y entre una cosa y otra, el tiempo pasa. Lo único en lo que soy constante ha sido en escribir poesía. Pero es porque se desarrolla en mi cabeza de manera distinta a una historia. Una historia resulta como un recorrido por alguna vida alternativa, como otra vía de escape a la realidad. La poesía, en cambio, son sentimientos hechos palabras en un momento. Desde el año pasado sé cómo va a terminar mi primera novela. Cuando escribo un poema, las palabras van tomando forma conforme voy escribiendo. Las ocasiones en las que he pensado de más un poema, no me gusta cómo ha quedado al final. Durante este año se han presentado otras ideas en mi cabeza: La Brújula de los Tiempos la he contemplado como una novela gráfica. Así como Pollo Vudú: Las Aventuras de Harry Crestalarga que la he visto como una historia animada. Disperso, muy disperso. Bueno, este blog refleja un poco esto, porque de mi historia personal salto a publicar poemas y a contar ideas sueltas (como esta). De momento continúo avanzando con mi novela, y a ratos escribo cuentos. Aún no entiendo por qué no me gusta lo que he escrito anteriormente. He de admitir que encuentro cosas rescatables, pero es como si mi estilo estuviera cambiando con cada año, con cada experiencia. Mi poesía ha cambiando drásticamente desde que llegué a Madrid, quizá la forma en la que narro historias esté cambiando también.

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Dorado

El océano dorado me acompaña inunda mi retina y llega a mi mente. Dorado, el sol como un rey se asoma. Dorado como tu alma, como el brillo de tus ojos mirando al cielo. En este atardecer que baña todo con el oro tus ojos se convierten en faros de mi corazón, y tu sonrisa como barrotes dorados  que encierran tu dulce voz para que no escape, para que no embruje el universo como lo has hecho con mi alma. Déjame ser como el dorado, brillante, esplendoroso, imponente. Como las luciérnagas que en medio del ocaso  nos escriben algo a lo lejos, algo que, quizás, no sea un adiós. 

129

Detrás de los espejos rotos, detrás de ellos escucho tu voz. Esa melodía que me guía entre fragmentos, que me lleva a través de episodios muertos, de momentos que son imágenes del pasado. Recuerdos deformados por el lente de los años que no dejan lugar al sentido común.

130

Ella se desvanecía en el alba, se diluía entre los instantes, como quien nunca hubiera estado ahí, como si su existencia fuese un capricho de mi mente, como si sus latidos solo fueran el tictac de un reloj que me recuerda que el tiempo sigue su continuo paso.