No le digas a nadie que cuando las luces se marchan nos convertimos en duendes, en seres de la noche de cuerpos grisáseos que saltan entre las estrellas y aparecen tras la niebla. Que ríen en la oscuridad. No le digas a nadie que antes de que salga el sol nuestra crisálida se abre, y aparecemos renovados tras la noche, y nuevamente tenemos este cuerpo mortal al que afectan los segundos y esperamos la noche para metamorfosearnos de nuevo.
Pertenecemos a nuestros actos, a nuestros días, a nuestros sueños. Mis ideas siempre han sido como un montón de moscas viajando de un lado para otro, en desorden. Es hora de encender una luz para atraerlas a todas