Una tarde de ideas vacías, de sueños guardados en el escaparate de lo pendiente. Reloj de arena, un desierto encerrado. El tiempo muerto y los granos mudos entre los instantes. El sol colgante perdido entre el azul, envuelto en el viento, llevando los ecos de historias pasadas. Suspira el presente, un frío en los huesos y los recuerdos arañando las paredes del ayer. Parpadeo y todo sigue quieto. Una larga tarde dilatada entre mis pupilas, amenazando en convertirse en el resto de mi vida. El reloj sigue su curso, cuento los segundos convertidos en fragmentos del infinito.
Pertenecemos a nuestros actos, a nuestros días, a nuestros sueños. Mis ideas siempre han sido como un montón de moscas viajando de un lado para otro, en desorden. Es hora de encender una luz para atraerlas a todas