y mis segundos desnudos abracen tu recuerdo,
caminando entre la niebla
respiraré tu aliento
hecho con retazos de tu voz.
Con mis ojos empañados por la bruma y por el llanto
admiraré tu silueta
perdida en el camino del ayer,
en la senda que se dejó atrás.
Todo está condenado.
Todo se ha perdido en la senda que se dejó atrás.
Tras de mí dejo las huellas recorridas,
dejo el mundo que caminamos y que fué nuestro.
Abandono el sueño de la felicidad,
desecho las ilusiones que devoraron mi ser,
como sanguijuelas sedientas e insaciables.
Más adelante, en el camino, hay unas rocas.
Escogeré la que quiero que sea mi lápida,
la que deseo que marque el punto
donde un tesoro se encuentra escondido:
el recuerdo de que los sueños y las ilusiones reposan allí
y en la senda que se dejó atrás.
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