Camino entre el humo y los vapores, entre los alientos cercanos, en el erotismo del momento, entre aquel oscilante deseo. Florece la memoria en un segundo: aquellos aires con aroma a recuerdos, aquel minuto visto entre la niebla. Sueños hilados entre los ires del destino, tejidos con las agujas de un reloj mudo. El futuro como un océano profundo cuyas aguas embisten o acarician en su oleaje de obvia incertidumbre. Ya no hay más sueños cuando solo flotas, cuando solo habitas entre las aguas de la inconsciencia, entre un brindis tras otro y otro más, entre miradas sórdidas en medio de una ruleta, entre extrañas distorsiones de lo visto y lo no visto y un suspiro que rebota entre recuerdos y se escapa entre las paredes muertas de la conciencia.
Pertenecemos a nuestros actos, a nuestros días, a nuestros sueños. Mis ideas siempre han sido como un montón de moscas viajando de un lado para otro, en desorden. Es hora de encender una luz para atraerlas a todas