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Dorado



El océano dorado me acompaña
inunda mi retina y llega a mi mente.
Dorado, el sol como un rey se asoma.
Dorado como tu alma,
como el brillo de tus ojos mirando al cielo.

En este atardecer que baña todo con el oro
tus ojos se convierten en faros de mi corazón,
y tu sonrisa como barrotes dorados 
que encierran tu dulce voz para que no escape,
para que no embruje el universo
como lo has hecho con mi alma.

Déjame ser como el dorado,
brillante, esplendoroso, imponente.
Como las luciérnagas que en medio del ocaso 
nos escriben algo a lo lejos,
algo que, quizás, no sea un adiós. 

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