El cielo se empezó a teñir de rosa y el frío empezó a abandonar las calles. El pequeño Jaime asomó su nariz desde la puerta de su casa y acto seguido salió al exterior. Un frío recorrió su cuerpo y le hizo temblar. Abandonar aquel refugio y salir a la aventura era una experiencia nueva para él. Por primera vez salía a un largo viaje y aún el sol no había salido esa mañana de primavera a acompañarlo. Cuando su cuerpo se acostumbró al frío del exterior, Jaime empezó a correr como si su vida dependiera de ello. Tenía prisa en llegar a su destino, no quería retrasarse. Un par de manzanas más allá estaba la parada de autobús. Al llegar allí encontró a otro niño que miraba distraídamente hacia el cielo. El pequeño que miraba hacia arriba tenía el cabello castaño y ondulado, y era de piel trigueña, un contraste con Jaime que tenía el cabello rubio y liso, y la piel blanca. Cada vez había más luz. Jaime le sonrió y acto seguido le extendió la mano: - Hola. Mi nombre es Jaime. - Hola. Mi ...
Pertenecemos a nuestros actos, a nuestros días, a nuestros sueños. Mis ideas siempre han sido como un montón de moscas viajando de un lado para otro, en desorden. Es hora de encender una luz para atraerlas a todas