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Mostrando entradas de febrero, 2012

Pienso en ella

Pienso en ella mientras miro a través de la ventana, mientras las gotas se deslizan sobre ella, mientras la lluvia empapa todo allí fuera. Pienso en ella cuando el reflejo sobre las manecillas del reloj me enceguecen, cuando la noche se rompe en mil pedazos y nace el día, cuando el sol cae sobre mi rostro, inclemente. Pienso en ella después de una larga serenata de grillos y de hojas, después de un largo día lleno ruido y bullicio, después de una noche de susurros y murmullos. pienso en ella y no dejo de pensar en ella. mis segundos y mi respiración se van en ello, los latidos de mi corazón y mis suspiros, en medio de la lluvia, del día soleado, de la cálida noche. Pienso en ella y no puedo dejar de pensar en ella.

Mi Inspiración

Una risa tuya destierra toda la tristeza de la tierra y el brillo de tus ojos aleja todo vestigio de oscuridad. Cada latido de tu corazón marca el ritmo en el que se mueven mis pasos y un suspiro tuyo arrastra mi embarcación por el océano del placer. Un beso tuyo puede hacerme olvidar todo lo malo que me ha pasado y una caricia es capaz de desvanecerme del mundo a donde solo tus palabras aparecen como melodía y donde tu ser es el universo. Una sonrisa tuya y mi mundo habrá cambiado por completo.

Deshojando Margaritas

Me quiere mucho, poco, nada. Y mientras los pétalos de las margaritas caen por montones a mis pies, asfixiando mis esperanzas, tentando a la incertidumbre, yo me pierdo entre sus cabellos como si fuera un laberinto. Un largo laberinto. Me quiere mucho, poco, nada. Mientras repito la salmodia que encierra mis ilusiones, torpemente mis recuerdos se    aglomeran en mi memoria y me hundo más profundo en el océano de sus ojos. Un profundo océano. Me quiere mucho... Los sueños encerrados en los pétalos de una margarita. Me quiere poco... Pienso en ella y su recuerdo se plasma en el reverso de mis ojos. Me quiere nada... Y otra margarita cae a mis pies.

Aquella Tarde

Caminando contigo aquella tarde,  mis sueños caminando con los tuyos, tus pasos junto a los míos. Un rayo de sol se enredó en tu negra cabellera, y los colores se quedaron viviendo en tus ojos. Una tarde más, pero era aquella tarde, al lado de la fuente, caminando. Y cuando tus ojos se perdieron en el futuro, más allá de aquella tarde, cuando tu mirada se posó muy lejos de allí, hacia adelante. Más allá de aquellos inmensos ventanales y de la ciudad que veíamos a través de ellos. Caminamos muchas veces, pero era aquella tarde, los sueños hechos nubes flotando por el cielo y el viento meciendo tus cabellos. Al final hubo muchas tardes pero ninguna como aquella tarde. Aquella tarde... Fue la última tarde.

Olas

Sentado en la playa donde la vida va y viene, con tantos ires y venires como la marea. El océano susurrándome con voces perdidas, coqueteando con las arenas, arrullándome con su suave música de olas. Y mi voz, perdida entre el sonido del agua con la arena, mezclado con los sueños del mar aquella tarde. Y tu voz, perdida entre las telas vaporosas del ayer, sumergida entre las arenas del tiempo que pasó. El mar trajo un reflejo de tu imagen, la trajo a lomos de un recuerdo que flotaba a la deriva. Un beso, escondido tras el recuerdo de aquellos tiempos, un beso enredado entre la turbulencia del olvido. Y el imprudente sol, recordándome el calor de otros tiempos, cuando tu piel se acercaba a la mía y se hacían una. Cuando, como las olas, exploraba tus costas. Todo había quedado atrás, en el pasado. Sólo me quedaba el mar y la arena y recordarme que los sueños son como la vida que va y viene. La vida que se me va en granos de arena de entre mis manos y mi alma