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Reencuentro en Palma de Mallorca: el regreso a la isla


Anteriormente había viajado a la maravillosa isla de Mallorca. En aquellos tiempos, mis pasos me llevaron en un viaje relámpago, un viaje en el que llegué a mi destino un poco más tarde de la una de la madrugada de un sábado de marzo de 2009, y cuyo viaje de regreso estuvo planeado para el domingo a medio día. El destino de aquel primer viaje fue la ciudad de Cala Rajada. En esta ocasión, en vísperas de mis 31 años, mi destino fue la ciudad de Palma. Me había enterado que Robinson, un viejo amigo del colegio, se encontraba viviendo en la ciudad de Palma de Mallorca. Así pues, un tiempo antes hablamos para encontrarnos allí.
El viaje, a diferencia del primero, fue de día y no hubo inconvenientes a la hora de encontrarme con mi viejo amigo. La última vez que le había visto había sido unos cinco años atrás. Estaba seguro de que muchas cosas habían acontecido en nuestras vidas, y pensaba que quizás no sería lo mismo que en aquellos tiempos de colegio. Nuestras vidas nos habían llevado por caminos distintos y por diferentes situaciones, hasta que, en un momento, perdimos total rastro el uno del otro. Así pasaron los años, hasta que nos volvímos a encontrar al otro lado del océano. Como la primera vez que encontré a Karin en Europa, sentía cierta ansiedad y curiosidad por ver qué tanto habíamos cambiado. Finalmente en el aeropuerto avisté a Robinson. Nos encontramos y empezamos a conversar durante horas. Viajamos a través de los tiempos y de las experiencias. En verdad ocurren muchas cosas con el pasar de los años. Nos acompañó alguna cerveza o algún café mientras nos poníamos al tanto de lo acontecido. Mientras yo vivía en Bogotá, él preparaba maletas para Europa. Cruzamos nuestros caminos un par de veces a lo largo de estos años y no nos dimos ni cuenta. En verdad, mucho nos había ocurrido pero continuábamos siendo los mismos que nos habíamos conocido en el pasado. Creo que todos conservamos esos comportamientos del pasado con muchas de las personas que conocemos de esas épocas. Normalmente con la mayoria de personas que vamos conociendo en el camino, no tenemos el mismo nivel de confianza que aquellos con quienes compartimos en nuestra juventud. En algunas ocasiones he conocido algunas personas y me pregunto cómo serían de niños o de adolescentes, tanto física como personalmente. Con algunas personas es como poderlas ver a través de una ventana del tiempo. Otras son un completo enigma. Aquellos que se ven como invulnerables también tuvieron su lado flaco y aquellos que parece que nunca se han reído, alguna vez lo hicieron sin muchos dientes en sus encías. A algunos los imagino muecos y sucios después de jugar. Hace mucho tiempo, mi familia conoció a una chica con la que estuve saliendo. Ellos le mostraron fotografías de mí a los siete años, mueco pero con una amplia sonrisa. Eso también hace parte de mi vida, de las cosas que soy.

El clima favoreció mi viaje. En las horas de la tarde del sábado 16 de abril de 2010, me encontré con Robinson en el aeropuerto de Palma. El domingo siguiente estuvimos visitando muchos lugares, entre ellos la catedral, las cuevas del Drach y comiendo pa amb oli. La caminata al lado del océano la dejé para el lunes. El océano tiene un efecto tranquilizante en mí. Su inmensidad y el ruidoso silencio que le gobierna me parecen fascinantes. Estuve toda la tarde caminando, pensando en cosas y dejando de pensar. Al final, cuando la tarde cayó, terminé tomándome algunas cervezas en un bar inglés. En ocasiones, una brisa fría me alcanzaba en la costa pero, en general, el viento que provenía del océano era cálido. Viendo lo inmenso del océano, podemos imaginarnos miles de fantásticas criaturas habitando sus profundas y turbulentas aguas. Anoche soñe con Palma de Mallorca, vi a mi padre y a mi madre allí. Papá lleva muerto seis años y hacía mucho tiempo que no soñaba con él.

En aquel viaje conocí a la esposa de Robinson, Viviana. Y como el mundo es un pañuelo, terminó siendo la prima de una amiga y a quien mi tía le enseñó en primaria.

Las cuevas del Drach fueron increíbles. Rodeado de estalactitas y estalacmitas, imaginaba a las primeras personas que entraron allí. Podía verlos entrar con sus antorchas viendo las sombras danzando a su alrededor, imaginando terribles criaturas viviendo en aquellas profundidades. Ahora ya no existen esos miedos, aunque la caverna es inmensa. En lo más profundo de ella nos esperaban una pequeñas embarcaciones de donde provenían hermosas melodías. Músicos ejecutaban prodigiosamente sus instrumentos musicales. Las embarcaciones se encontraban adornadas apropiadamente con luces, con lo cual sobresalían en medio de la oscuridad. El ambiente era precioso. También tomamos un paseo en las profundidades de la cueva en una de las embarcaciones.

De las brisas del océano a las profundidades de una cueva, aquel viaje fue maravilloso. Un reencuentro con un viejo amigo donde conseguí una nueva amiga. Espero regresar pronto.

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