Ir al contenido principal

La Larga Espera

Mientras escribía la última carta,
el viento silbaba a través de mi ventana,
un escalofrío recorriendo mi espalda.
La hoz asomándose desde afuera, rasgando las cortinas.
Los últimos minutos, la larga espera.

No hubo otoño más largo,
que aquel que vio despertar a la primavera.
Mientras la última carta nacía,
mis manos presurosas le daban forma.
Luego, un libro jugando a ser una margarita,
despedazado a mis pies.

No hubo sueño más largo,
que aquel del cual jamás despertarás.
El frío entraba por la ventana,
las hojas en el suelo esparcidas se agitaban.
Allí, un perro jugando a ser un guardián
se escondía bajo la cama, donde reposaban todos mis sueños.

No hubo atardecer más largo
que aquel que nunca vio su final.
Un último atardecer,
mientras mis manos escribían con prisa,
mientras la hoz se enredaba con la cortina,
mientras los sueños se hacían jirones en medio del insomnio,
en medio de la noche eterna que había llegado.

No hubo vida más larga
que aquella que lleva mucho tiempo sin razón de ser.
Al terminar la última carta
permití entrar a mi invitada,
le había hecho esperar sin sentido,
sin una razón para esperarme en medio del río del tiempo.

No habría cabellos blancos ni grandes recuerdos,
no habría nada para mí a partir de ahora.
No hubo espera más larga
que aquella que llevas aguardando desde que naciste.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Diálogo de Besugos

Una expresión muy utilizada para refererirse a conversaciones sin sentido, donde las palabras salen un poco por inercia, pero sin reflejar absolutamente nada. He tenido cientos de estas conversaciones. Muchas las he iniciado yo, algunas las ha iniciado alguien más. No había conocido esa expresión hasta hace poco. Un besugo es un pez que vive en el Mar Cantábrico, así que podría justificar el no haber conocido aquella expresión. Me he imaginado a dos besugos frente a frente, tratando de mirarse y moviendo sus bocas, conversando animadamente: -¿Qué piensas? -Nada del otro mundo. -Bien. -¿Te parece? -Mmm, a ratos. -¿Sí? -Podría ser. -Mmm, entiendo. -Esas cosas pasan. -¿Cuáles? -Estar pensando en nada del otro mundo. Bueno, no es una imagen muy interesante... ver dos peces hablando de cosas sin mucho sentido. Hay un momento que me incomoda, me fastidia un montón, y es aquel en el que el silencio se convierte en el rey del lugar. Ahí es cuando salta el besugo que habita en mí, cuando me sal

Mi bella ciudad confederada

A esta, mi tierra del alma en la que crecí y en la que marcadas están mis huellas y en la que los recuerdos de risas y de noches van grabados. A esta, que le debo el primer aire que respiré y que tiene ese aroma a frutas y a ilusiones. Esta, mi tierra de verdes campos donde un tambor resuena entre montañas, una gema incrustada entre el Valle, bañada por las vigorosas aguas del Cauca... Mi ciudad que también carga una cruz. Mi bella ciudad confederada, déjame suspirar por ti en la distancia que a donde voy tu recuerdo me acompaña, que tu embrujo me envuelve y me hechiza para volver una vez más.

Carta para cuando estemos viejos

Hace tiempo que mis manos tiemblan presurosas como si del destino que nadie escapa tuviera miedo, un destino del que nadie ha podido escapar. Mi piel ahora parece un negativo del cielo y hasta agónico se escucha mi respirar. Mis ojos llenos de nubes se encuentran, no me dejan ver muy bien lo que tanto amé. Tiemblas como yo y espero que sea de amor, de todo aquello que de jóven me enamoré y de lo que aún está lleno mi corazón. Mis cabellos y los tuyos son ya blancos como si el tiempo se hubiera llevado sus vivos colores. Aún recuerdo tu sonrisa dorada y las peleas que terminaban en amores terminaban en los brazos de mi amada. Ya somos viejos y el tiempo que nos queda es corto pero nos tenemos el uno al otro para siempre, recordando todo lo que de jóvenes hicimos, rememorando viejos recuerdos hasta la muerte, hablando de la vida: la tuya, la mía, la que vivimos.