Se dice por ahí que hay que tenerle miedo al miedo. En mi caso, odio al miedo y sin embargo convivo con él a diario. Me da rabia el poder que el miedo ha tenido sobre la humanidad, cómo ha manipulado el rumbo de la civilización. Siempre con un estandarte diferente, el miedo aparece como una herramienta para la implantación de ideas.
Veo la época medieval y el miedo que se puso sobre la ciencia. Grandes pensadores y científicos quemados o amenazados, grandes ideas que quedaron encerradas en el olvido.
Cuando Dios no fue suficiente para hacer temblar a la humanidad, aparecieron otras cosas: el SIDA y el calentamiento global, con los cuales ya no es necesario ser un creyente para que te afecten sus consecuencias. La guerra también se convirtió en otra forma de miedo, la amenaza de una guerra, de destrucción y muerte.
Veo imperios formados por el miedo, personas que no abandonan a sus parejas por temor. Hay miedo a una guerra nuclear o a perder un empleo. La religión también logra lo suyo. El miedo a envejecer y darnos cuenta que no hemos hecho absolutamente nada de lo que nos propusimos.
Hay una cosa a la que le temo por encima de cualquier cosa, y es la de envejecer solo. Me da incluso más miedo que morir. Conforme los días transcurren veo que existe la posibilidad de que ocurra, así que la aceptación ayuda un poco a poder asimilar esa posible realidad.
Aceptar esa realidad a la que tememos, a veces nos ayuda a poder superarlo.
Actualmente le tengo miedo a muchas cosas. Algunos temores los he superado y otros aún no los supero por completo. Desde comienzos de 2009 le declaré una guerra al miedo. He ganado algunas batallas y perdido otras, pero aún no me doy por vencido.
Hace un poco más de un año aprendí una valiosa lección: dejar de tenerle miedo a las cosas no debe convertirme en un temerario. Un tiempo me volví temerario y terminé en un pueblo de Alemania con 13€ en el bolsillo, incomunicado y sin un cigarrillo. No me puedo quejar del resultado, el cual narraré más adelante en otra publicación cuando comente mis aventuras por las tierras de Darmstadt y el incidente de la sandía, pero aprendí que no se debe ir por la vida sin que nada importe. La diferencia entre tener miedo, no tenerlo y ser temerario se encuentra en las consecuencias. En los extremos no se asumen o no se desean asumir. Solo el punto medio permite asumir las consecuencias y realiza una valoración del momento.
El miedo siempre ha sido un mecanismo de defensa y es usado por muchas cosas en el ambiente para evitar expresarnos con libertad.El miedo ha evitado que tome algunas decisiones importantes en mi vida. Es una guerra difícil, porque el miedo es como una espina que se clava y se incona dentro.
Este blog, para mí, hace parte de dejar de tener tanto miedo.
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