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Humo, aquel fantasma morando los minutos, los instantes antes de que el sol florezca. Los días gastados, las noches muertas, sueños de alcohol vagando a la deriva. Silencio, la agonía de la noche suspirando a mis espaldas, los cigarrillos muertos, botellas desangradas. Todos son fantasmas, fantasmas de ayer, promesas de un momento feliz que ya murió.

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En noches como esta quiero arrancarme la piel y salir a aullarle a la luna. Quiero correr con mi jauría, perseguir alimañas y cazar ratas. Quiero gritarle al mundo que soy salvaje, que aún no podrá domarme así finja cordura en la semana. En noches como esta aún recuerdo a la bestia que reposa en esta cama llamada humanidad.

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Tan absoluta, tan embriagante, con su mirada que envuelve sensaciones, con sus largos cabellos serpenteando. Me encuentro seguro de que bastó una mirada para terminar hechizado por ella y dedicarle mis noches en vela. Entre su gracia y su encanto solo puedo decir que ella es magia pura.

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Ando suspirando entre la noche, caminando el laberinto, tu sonrisa, sin saber si es perdición o desliza la alegría que luces con derroche. Tus labios me regresan mis anhelos pero no sé si los sientes o son eco, de un corazón que hace tiempo está hueco y pertenece, del pasado, a sus destellos.

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Tras diecisiete días y diecisiete noches encontré a un peón buscando a su reina. Nunca fui capaz de decirle que ella había dejado ya sus días y sus noches.

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Bajo la noche, ella con ese brillo que solo pertenecía a la luna y constelaciones brillando en su negra cabellera. Un suspiro como la brisa noctámbula y en su mirada un destello fugaz, como una estrella. Camaleónicos encuentros, cuando ella se confundía con la noche y desaparecía en medio del cielo como una constelación más.

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Ella tumbada entre recuerdos, queriendo seducir aquel suspiro y desempolvar aquel beso atrevido. Ella, incómoda entre caricias, esas que fueron pero que no pertenecen a la piel. Con esa mirada que quiere un "Adiós" pero sólo termina escuchando el eco de un eterno "Hola".