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Oración

Canta hoy, en el cielo, ruega por mi alma y por la de quienes aún enfrentan la agonía, por la de todos los que mueren un poco con cada segundo. ¿Quiénes están contigo esta noche? ¿Alguien vela por tus sueños?¿Alguien te cuida? Aquí, taciturno, recorro la noche tratando de encontrar al sol, contando los minutos que, como granos de arena se escapan de mi ser. Soy una estatua de hielo derritiéndose y el tiempo es el calor arrasando con mi existencia. Oraré por ti, porque estés bien dondequiera que estés, para que, si existe un alma en este cuerpo vaya a donde estás y no te abandone nunca más. Esta noche oro por ti a pesar de que nadie, quizás, escuche mis oraciones.

Enamorado de ti

Sigo pensando en ti, en las noches que juntos veíamos, en las estrellas que estaban más cerca en tu compañía. Tan alta que me dejabas sin aliento. Sigo recordándote, sigo soñándote en las madrugadas, y acompañándome por un recuerdo tuyo cuando compartíamos los días y las noches. Sigo extrañándote, sigo añorando el tiempo que pasó, cuando te recorría y me deleitaba con tus secretos, cuando te exploraba por completo. Aún te pienso y el sentirte tan lejos de mí, tan alejada de mi existencia, solo me hace pensar en cuándo volveré a verte, a sentirte, a tenerte cerca. Preciosa, como esmeralda, ruidosa y encantadora, rebelde, sofisticada y coqueta. Sigo enamorado de ti, mi preciosa Bogotá.

Humo

Ella es humo en mis manos, intangible pero existente. Bella, increíblemente bella, como una tarde en las alturas. Ella me alegra el día con una palabra y convierte mis noches en sueños de esplendor. Aunque sólo sigue siendo humo en mis manos, un fantasma a quien dedico devoción. Ella es un espejismo, una imagen perdida a lo lejos. A veces tan cerca y siempre tan distante y entre más distante más cerca, como una imagen en un espejo, encerrada entre sus destellos. Con su voz encantadora, con su canto de sirena solo promete el naufragio de mis días. Bella, increíblemente bella, sólo es humo que escapa de mis manos y se pierde en el aire del futuro, entre la incertidumbre de las horas y los días. Ella, una terrible tentación en la distancia, una imagen que alegra mis días y mis noches es quien roba mis horas de sueño y las convierte en palabras.

Punto sin retorno

Nos encontrábamos en un punto sin retorno. Ella mantenía el frío cañón de su revólver contra mi mejilla, frío como la muerte. Su pulso era firme, como si no le importara amenazar mi vida, como si no le importase halar del gatillo llegado el momento y terminar con mi existencia. Lo veía en sus ojos: Lo deseaba, quería acabar conmigo. ¿Por qué no lo hacía de una buena vez? La respuesta era simple: Porque yo tenía una pistola ejerciendo presión sobre su sien. Ella me miraba con odio e impotencia. Yo trataba de fingir que no me importaba y trataba de ofrecerle una sonrisa fingida, como el de aquel que tiene controlada la situación. Qué lejos estaba de la realidad. No pensé jamás volver a usar un arma contra otra persona aunque, si eso fuera del todo cierto, hace mucho tiempo me habría desecho de aquella pistola, que era lo único que me mantenía vivo de momento. Ella, con su mirada fija en mí y su respiración agitada, no dejaba de presionar el cañón, ahora algo tibio, contra mi mejilla. M...

Ahora

El presente es lo único que queda entre las cenizas del pasado y la niebla del futuro. Con cada parpadeo los instantes pasan. El momento no se detiene, fluye. Los segundos son gotas del tiempo en una borrasca de sensaciones. Cada latido marca el ritmo de mi vida. En ocasiones rápida e intensa, como el océano en medio de la tormenta. En momentos lenta y tranquila, como un lago, una tarde sin viento. Cada paso marca un camino, destinos desconocidos me esperan. Una conversación con un nudo en la garganta o la palabra desnuda, seduciendo al presente. Con cada respiración, un aire me renueva. Entre suspiros, pasan momentos que me dejan sin aliento. Gemidos y sollozos, todos son aire en mi interior. Cientos de pensamientos entre el ayer y el mañana, Todo fluye entre ambos polos, entre ambos extremos... Y solo un instante: Ahora.

Una larga tarde

Una tarde de ideas vacías, de sueños guardados en el escaparate de lo pendiente. Reloj de arena, un desierto encerrado. El tiempo muerto y los granos mudos entre los instantes. El sol colgante perdido entre el azul, envuelto en el viento, llevando los ecos de historias pasadas. Suspira el presente, un frío en los huesos y los recuerdos arañando las paredes del ayer. Parpadeo y todo sigue quieto. Una larga tarde dilatada entre mis pupilas, amenazando en convertirse en el resto de mi vida. El reloj sigue su curso, cuento los segundos convertidos en fragmentos del infinito.

Decirte adiós

Decirte adiós fue lo más terrible que ha pasado. verte una última vez ha sido el final, el infarto a este corazón moribundo. Cerrar mis ojos y no verte más fue espantoso. Al ver que ya no estabas, los colores se habían ido. Los sueños se habían convertido en viento y se habían ido lejos, muy lejos. Allí donde me quedé cuando te fuiste, del suelo no brotó jamás algo. Las semillas encontraban en aquel sitio su tumba, como mis pulmones, que soltaron el último suspiro y no suspiraron nunca más. Allí, donde quedé, se plasmó mi sombra sobre el suelo, marcada por mis lágrimas que la convirtieron en mancha. Allí, donde me dijiste adiós quedó mi cadáver en pie, fingiendo estar vivo, fingiendo seguir respirando, seguir viviendo. No sé cuánto más pueda fingir.