En la ribera del tiempo,
en un lugar entre un segundo y otro,
un hombre ve, cansado, su reloj de tinta.
Preocupado, con su rostro dibujado entre arrugas,
solo piensa en lo que queda en sus venas.
En aquello que dibujó con palabras,
en aquellos sentimientos convertidos en frases.
Ayer gastó su tinta en palabras y manchas
y ahora mira hacia el fondo del pasado
donde queda lo que compartió y lo que no,
ahora es poca y no se desperdicia.
Ahora hay lágrimas, lágrimas negras
y lo que escribe ya no se remarca con la energía del pasado.
En algún momento ya no podrá escribir más
y solo dejará el papel marcado, ausente de tinta.
En algún instante su reloj terminará de fluir
y el final de sus palabras llegará.
Solo espera poder terminar de decir aquello que quiso
y que esperó mucho tiempo para escribir.
en un lugar entre un segundo y otro,
un hombre ve, cansado, su reloj de tinta.
Preocupado, con su rostro dibujado entre arrugas,
solo piensa en lo que queda en sus venas.
En aquello que dibujó con palabras,
en aquellos sentimientos convertidos en frases.
Ayer gastó su tinta en palabras y manchas
y ahora mira hacia el fondo del pasado
donde queda lo que compartió y lo que no,
ahora es poca y no se desperdicia.
Ahora hay lágrimas, lágrimas negras
y lo que escribe ya no se remarca con la energía del pasado.
En algún momento ya no podrá escribir más
y solo dejará el papel marcado, ausente de tinta.
En algún instante su reloj terminará de fluir
y el final de sus palabras llegará.
Solo espera poder terminar de decir aquello que quiso
y que esperó mucho tiempo para escribir.
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