Escribo entre los segundos que deja un respiro y otro,
en medio del día soleado encerrado entre lunas y estrellas.
Con una palabra merodeando ideas prohibidas,
agazapada en medio del verano del sentido común,
enseñando los dientes a la sobriedad de la cordura.
Tiembla la tierra, fluye el río.
Caminos serpenteando llegan a su destino...
El suyo, el mío lo decido yo.
Los segundos transcurren entre un paso y otro,
entre un parpadeo y otro igual.
Tus pasos y los míos se pierden en la arena de los años...
El reloj no tarda en desvanecerse,
en convertirse en una ilusión que el tiempo soñó,
en un espejismo sobre las ondulantes arenas.
La palabra salta, me esperaba tras una idea olvidada,
me alcanza con sus garras, llega a a mi interior.
Cuando despierto, ya no hay caminos ni sol ni luna.
Ya no existen pasos sobre la arena ni caminos serpenteantes,
ya no se estremece la tierra ni corre el río.
Estoy allí, convertido en algo más,
siendo algo distinto, diferente a lo que había existido hasta hoy
y aquella palabra sonriéndole a mi destino: metamorfosis.
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