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Alquimia

Tu voz es la melodía que me arrastra a lo profundo del océano
y tu cabello como las olas, que ondulando con el viento se mecen.
Cristalino, tu cuerpo me envuelve,
me llena, me aprisiona
y no me deja escapar jamás.

Tus labios son el fuego que abrasa todo al tocarlo,
tu piel enciende mis deseos y amenaza con quemarlo todo.
Puedo sentir tu calor al acercarme.
Hipnotizado, decido incinerarme.

Tu alma es el aire refrescando mis días.
Es el viento tranquilizando mis noches,
es tu aliento alegrando mi existencia.

Tu voluntad, dura roca
y tu tiempo, como arena que se escapa de entre mis manos.

Eres todo de lo que está hecho mi universo.



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Dorado

El océano dorado me acompaña inunda mi retina y llega a mi mente. Dorado, el sol como un rey se asoma. Dorado como tu alma, como el brillo de tus ojos mirando al cielo. En este atardecer que baña todo con el oro tus ojos se convierten en faros de mi corazón, y tu sonrisa como barrotes dorados  que encierran tu dulce voz para que no escape, para que no embruje el universo como lo has hecho con mi alma. Déjame ser como el dorado, brillante, esplendoroso, imponente. Como las luciérnagas que en medio del ocaso  nos escriben algo a lo lejos, algo que, quizás, no sea un adiós. 

129

Detrás de los espejos rotos, detrás de ellos escucho tu voz. Esa melodía que me guía entre fragmentos, que me lleva a través de episodios muertos, de momentos que son imágenes del pasado. Recuerdos deformados por el lente de los años que no dejan lugar al sentido común.

130

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