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La Larga Espera

Mientras escribía la última carta,
el viento silbaba a través de mi ventana,
un escalofrío recorriendo mi espalda.
La hoz asomándose desde afuera, rasgando las cortinas.
Los últimos minutos, la larga espera.

No hubo otoño más largo,
que aquel que vio despertar a la primavera.
Mientras la última carta nacía,
mis manos presurosas le daban forma.
Luego, un libro jugando a ser una margarita,
despedazado a mis pies.

No hubo sueño más largo,
que aquel del cual jamás despertarás.
El frío entraba por la ventana,
las hojas en el suelo esparcidas se agitaban.
Allí, un perro jugando a ser un guardián
se escondía bajo la cama, donde reposaban todos mis sueños.

No hubo atardecer más largo
que aquel que nunca vio su final.
Un último atardecer,
mientras mis manos escribían con prisa,
mientras la hoz se enredaba con la cortina,
mientras los sueños se hacían jirones en medio del insomnio,
en medio de la noche eterna que había llegado.

No hubo vida más larga
que aquella que lleva mucho tiempo sin razón de ser.
Al terminar la última carta
permití entrar a mi invitada,
le había hecho esperar sin sentido,
sin una razón para esperarme en medio del río del tiempo.

No habría cabellos blancos ni grandes recuerdos,
no habría nada para mí a partir de ahora.
No hubo espera más larga
que aquella que llevas aguardando desde que naciste.

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