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Senti-Miento

Quisiera llevarme estas hermosas melodías a la tumba. Quisiera recordarlas por siempre y poder escucharlas eternamente. Desearía guardar las imágenes más hermosas que he visto por el resto de tiempo que queda. No del tiempo de mi vida, que es corto y pasa como el viento, arrasando con todo lo que encuentra. No, como el tiempo mismo, hasta cuando éste deje de existir y nos condene a vivir sin él. ¿Habría vida sin él? ¿Valdría la pena algo? ¿Nuestra conciencia nos abandonaría? Lo único que sé es lo que deseo: llevarme conmigo todos mis recuerdos, sonidos e imágenes, sensaciones. Explorarlos, revivirlos, saborearlos, verlos, oírlos, sentirlos. Quisiera llevarme esa tarde de lluvia en la que humedecí mis labios en los de ella. Quisiera robarme ese recuerdo y quedarme con él y no compartirlo (ni siquiera con ella). Esa hermosa puesta de sol, cuando todo lo que me rodeaba se tornó naranja. Ese dulce beso de mi abuela, mi primer amor verdadero, que me dejó un aroma a rosas que perduró durante toda mi vida. El descanso al lado del río, mientras mi imaginación recorría el cielo, como las nubes que lo surcaban.
Quisiera llevarme todos esos recuerdos conmigo. Esconderlos en el lugar más oscuro de mi ataúd, lejos de las manos que quieran dañarlos. Aunque sé que eso es imposible. Cuando mis pasos dejen de darse, significará que la tierra habrá reclamado lo que me ofreció durante un tiempo. Un regalo que me dio lleno de vigor y energías, y que ahora yo devuelvo marchito y desgastado. Pero en mi recuerdo perenne, escribiré estos momentos con la tinta de mi alma, escrito en el papel del destino, en el lenguaje de mis pensamientos para que quien desee lo pueda leer...

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Dorado

El océano dorado me acompaña inunda mi retina y llega a mi mente. Dorado, el sol como un rey se asoma. Dorado como tu alma, como el brillo de tus ojos mirando al cielo. En este atardecer que baña todo con el oro tus ojos se convierten en faros de mi corazón, y tu sonrisa como barrotes dorados  que encierran tu dulce voz para que no escape, para que no embruje el universo como lo has hecho con mi alma. Déjame ser como el dorado, brillante, esplendoroso, imponente. Como las luciérnagas que en medio del ocaso  nos escriben algo a lo lejos, algo que, quizás, no sea un adiós. 

Colombia Soy

Soy las sinfonías nocturnas de la selva que lo envuelven todo. Soy esa brisa marina que trae melodías de ballenas y olas con promesas. Soy ese café de la montaña endulzado con panela y con tu voz. Soy ese deseo que huele a orquídeas en tu cuello. Soy un bosque color verde esmeralda, y una esmeralda color verde bosque. Soy el sabor de la uchuva, el lulo, la guama, el borojó, el zapote. Soy un frailejón danzando en los páramos bajo la lluvia. Soy un ajiaco santafereño, una bandeja paisa, un pandebono valluno. Soy una catedral en el corazón de la montaña que sabe a sudor y lágrimas. Soy un oso de anteojos que no sabe leer. Soy un amor en los tiempos del cólera. Soy cien años en Macondo, rodeado de mariposas amarillas. Soy poemas nocturnos, llegando directo al corazón. Soy una trenza dejada como promesa de un amor eterno. Soy el hijo ausente perdido en la tierra del olvido. Soy unos pies descalzos recorriendo los caminos de la vida. Soy una cucharita que se perdió en mi pueblo ...

129

Detrás de los espejos rotos, detrás de ellos escucho tu voz. Esa melodía que me guía entre fragmentos, que me lleva a través de episodios muertos, de momentos que son imágenes del pasado. Recuerdos deformados por el lente de los años que no dejan lugar al sentido común.