nuestros cuerpos vestidos de rojo,
de la sangre nuestra y de los otros
y de minutos masacrados en la arena.
Un tributo a los sueños rotos,
el viento susurrando incongruencias
y nosotros en la fiesta,
con la sangre descompuesta
de las uvas y del trigo, la molienda.
Demencia, instinto, placer, fuerza.
No hay nada más allá que aquella luna llena,
que la doncella que con su esplendor nos baña,
que la diosa que ofrece luz y no engaña.
La fortaleza de lo dispar,
las ansias entre la piel y la carne,
entre los deseos de dejar de fingir,
de volver a ser una bestia, un animal.
Celebremos esta noche, escondidos tras las sombras,
protegidos por la luz de nuestra luna,
aquella que finge ser día
en medio de la noche,
aquella que quiere ser
luz pero solo es sombra,
una compañera en la oscuridad.
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