Nos encontrábamos en un punto sin retorno. Ella mantenía el frío cañón de su revólver contra mi mejilla, frío como la muerte. Su pulso era firme, como si no le importara amenazar mi vida, como si no le importase halar del gatillo llegado el momento y terminar con mi existencia. Lo veía en sus ojos: Lo deseaba, quería acabar conmigo. ¿Por qué no lo hacía de una buena vez? La respuesta era simple: Porque yo tenía una pistola ejerciendo presión sobre su sien. Ella me miraba con odio e impotencia. Yo trataba de fingir que no me importaba y trataba de ofrecerle una sonrisa fingida, como el de aquel que tiene controlada la situación. Qué lejos estaba de la realidad.
No pensé jamás volver a usar un arma contra otra persona aunque, si eso fuera del todo cierto, hace mucho tiempo me habría desecho de aquella pistola, que era lo único que me mantenía vivo de momento. Ella, con su mirada fija en mí y su respiración agitada, no dejaba de presionar el cañón, ahora algo tibio, contra mi mejilla. Mi cuerpo le había calentado. Era tonto pensar en eso ahora, cuando solo bastaba un movimiento para que el cañón se calentase completamente al dejar escapar una bala sobre mi existencia. Se escaparía también mi alma con ello.
Fue como ese día cuando era niño, cuando me arriesgué a meterme un poco más en aquel río, cuando mis amigos me tildaron de cobarde y me aventuré a sus profundidades… Y luego la corriente empezó a arrastrarme con fuerza. Si no hubiera sido por esa rama que me dio un punto de apoyo para poder salir, no estaría aquí, sintiendo el cañón contra mi mejilla, en este punto sin retorno.
¿Por qué aquella mujer quería meterme una bala en la cabeza? Era simple, yo había asesinado a su padre hacía muchos años. No hay excusa, simplemente un día recibí la orden de mi jefe y le metí tres tiros en el pecho. Era joven, temerario, y quería el respeto de la gente… Un punto de esos donde el respeto y el miedo se cruzan y se confunden.
No me gustaba matar gente, pero era bien pagado. Supongo que la chica estuvo esperando mucho tiempo para tomar venganza, me tuvo que haber seguido por medio mundo para encontrarme. Debía haber soñado con este momento, el momento en el que se deleitaría con mi sangre. Era una lástima que ahora yo le estuviera apuntando a la sien. Me sentía algo mal con ella, su venganza no estaría completa.
Maté a muchísimas personas cuando era joven. No me gustaba hacerlo, lo repito, simplemente lo pagaban bien. No sabía hacer nada más. Luego, asesinaron al gran jefe y todos tuvimos que escapar, desaparecer, como si nunca hubiésemos existido. Yo crucé el océano, tratando de alejarme todo lo posible de aquellas aguas turbias, de borrar mi rastro, de poder iniciar de nuevo. Tenía algunos ahorros, pude empezar en otro lugar, aprender un nuevo idioma, leí, me volví alguien útil para la sociedad… Si eso de trabajar todo el día de sol a sol te hace una persona útil en verdad. No veo que el mundo mejore con mi trabajo. Es más, en este preciso momento tengo un revólver apuntándome a la cara.
¿Por qué no me había desecho de todas las armas? ¿Por qué mantenía en mi poder esa última, aquella que me estaba manteniendo con vida? Quizá un poco de nostalgia, quizá algo de ese muchacho temerario seguía estando en mi interior. Supongo que sí porque no me temblaba la mano mientras sostenía la pistola contra su sien. Era curioso que después de caminar tanto, mis pasos terminaran así, abruptamente, en una venganza sin sentido. Recordé al pequeño que era yo en medio del río, me vi arrastrado por sus corrientes traicioneras. Me imaginé allí, soltándome de la rama, dejándome llevar por el río, alejándome de mi salvación a un punto sin retorno. Me sumergí en sus aguas y sonreí. Apreté el gatillo.
No pensé jamás volver a usar un arma contra otra persona aunque, si eso fuera del todo cierto, hace mucho tiempo me habría desecho de aquella pistola, que era lo único que me mantenía vivo de momento. Ella, con su mirada fija en mí y su respiración agitada, no dejaba de presionar el cañón, ahora algo tibio, contra mi mejilla. Mi cuerpo le había calentado. Era tonto pensar en eso ahora, cuando solo bastaba un movimiento para que el cañón se calentase completamente al dejar escapar una bala sobre mi existencia. Se escaparía también mi alma con ello.
Fue como ese día cuando era niño, cuando me arriesgué a meterme un poco más en aquel río, cuando mis amigos me tildaron de cobarde y me aventuré a sus profundidades… Y luego la corriente empezó a arrastrarme con fuerza. Si no hubiera sido por esa rama que me dio un punto de apoyo para poder salir, no estaría aquí, sintiendo el cañón contra mi mejilla, en este punto sin retorno.
¿Por qué aquella mujer quería meterme una bala en la cabeza? Era simple, yo había asesinado a su padre hacía muchos años. No hay excusa, simplemente un día recibí la orden de mi jefe y le metí tres tiros en el pecho. Era joven, temerario, y quería el respeto de la gente… Un punto de esos donde el respeto y el miedo se cruzan y se confunden.
No me gustaba matar gente, pero era bien pagado. Supongo que la chica estuvo esperando mucho tiempo para tomar venganza, me tuvo que haber seguido por medio mundo para encontrarme. Debía haber soñado con este momento, el momento en el que se deleitaría con mi sangre. Era una lástima que ahora yo le estuviera apuntando a la sien. Me sentía algo mal con ella, su venganza no estaría completa.
Maté a muchísimas personas cuando era joven. No me gustaba hacerlo, lo repito, simplemente lo pagaban bien. No sabía hacer nada más. Luego, asesinaron al gran jefe y todos tuvimos que escapar, desaparecer, como si nunca hubiésemos existido. Yo crucé el océano, tratando de alejarme todo lo posible de aquellas aguas turbias, de borrar mi rastro, de poder iniciar de nuevo. Tenía algunos ahorros, pude empezar en otro lugar, aprender un nuevo idioma, leí, me volví alguien útil para la sociedad… Si eso de trabajar todo el día de sol a sol te hace una persona útil en verdad. No veo que el mundo mejore con mi trabajo. Es más, en este preciso momento tengo un revólver apuntándome a la cara.
¿Por qué no me había desecho de todas las armas? ¿Por qué mantenía en mi poder esa última, aquella que me estaba manteniendo con vida? Quizá un poco de nostalgia, quizá algo de ese muchacho temerario seguía estando en mi interior. Supongo que sí porque no me temblaba la mano mientras sostenía la pistola contra su sien. Era curioso que después de caminar tanto, mis pasos terminaran así, abruptamente, en una venganza sin sentido. Recordé al pequeño que era yo en medio del río, me vi arrastrado por sus corrientes traicioneras. Me imaginé allí, soltándome de la rama, dejándome llevar por el río, alejándome de mi salvación a un punto sin retorno. Me sumergí en sus aguas y sonreí. Apreté el gatillo.
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