He aprendido a vivir de las ilusiones vacías,
de los retazos de alegría de los otros.
Alimentado con la esperanza de lo improbable,
soñando con la bondad de mi destino.
Desayuno un poco de entusiasmo
y en la noche hago un brindis por los sueños rotos.
El reloj continúa, implacable.
Y el plato siempre vacío me mira con lástima.
Un día más que transcurre igual,
esperando que algo me saque de la rutina.
El mismo reloj, los mismos minutos gastados,
el mismo aire viciado.
Hoy pudo haber sido ayer,
o pudo haber sido tantos otros días de mi vida.
Quisiera verte hoy una vez más
pero al final solo vería el reflejo de mi pasado.
Bellísimo, amigo. Hermoso.
ResponderEliminar